En los últimos tiempos, sobre todo con la aparición de la última generación de consolas, ha habido en el sector de los videojuegos una polémica que ha ido creciendo con el tiempo: la de las ‘loot boxes’ o cajas sorpresa.
En los últimos años las empresas de videojuegos han ideado nuevas formas de conseguir ingresos, más allá de la venta del videojuego. Así es como se han sacado de la manga los DLC’s (expansiones para un videojuego), los pases de temporada, o las citadas ‘loot boxes’.
¿En qué consisten estas ‘loot boxes’? Son cajas que se compran con dinero real y que contienen alguna mejora específica para el juego, ya sean nuevos trajes, mejores jugadores, nuevas armas y un largo etcétera. La polémica está en que el jugador paga un precio fijo, pero no sabe lo que le va a tocar en la ‘loot box’.
Muchos jugadores han alzado la voz contra estas políticas que consideran abusivas. Defienden que estas cajas sorpresa pueden tener sentido en los juegos gratuitos o free-to-play, pero no en juegos que son Triple A y cuestan 60 euros de salida. Algunos de los juegos que han levantado más polémica han sido Destiny, Star Wars: Battlefront 2 o Overwatch.
Otro de los problemas es que muchas de estas ‘loot boxes’ otorgan grandes mejoras jugables a los que las compran, haciendo casi imposible ganar a los que no pasan por caja. Es lo que se denominad un ‘pay-to-win.
La polémica ha llegado tan lejos que ya el ministro de justicia del gobierno belga ha alentado a la Unión Europea sobre el peligro de estas prácticas empresariales que fomentan el juego en edades tempranas, ya que combinan el dinero con la adicción de apostar.
También se ha tratado en el Congreso de Hawai, donde un miembro de su cámara baja ha hecho un llamamiento a la necesidad de regular un mercado que está siendo víctima de prácticas depredadoras por parte de las empresas.
También desde el gobierno australiano se ha tratado el tema y se ha llegado a la conclusión de que este tipo de contenido se debería regular o enmarcar dentro del sector de las apuestas.
Sin duda, una situación a la que se ha llegado por la avaricia de las empresas y que no parece que tenga fácil solución, vistas las enormes sumas de dinero que ganan con estas cajas sorpresa.
